lunes, 13 de junio de 2011

"EL PENTECOSTÉS, PRESENCIA LIBERADORA DEL ESPÍRITU".

Hechos 2:1-11.
Recordemos que la muerte de Jesús había sido un golpe muy duro para los discípulos. El enfrentamiento con la autoridades judías, coludidos con el imperio romano los llenó de miedo; de tal manera que se encerraron, vivían ocultos. Es aqui cuando el Cristo Resucitado se hace presente y les da la Paz, el Shalom; y les insiste en que son ellos los enviados a continuar la Misión. El Señor les pide una y otra vez que tengan valor de anunciar su evangelio, sin importarles la severidad y la oposicíon que encontrarían, y podrán hacerlo sólo en la fuerza del Espíritu, Espíritu de Amor, que como lo afirma el apóstol Juán en su primera carta, aparta el temor.
Pentecostés era, para el pueblo de Israel, la fiesta de la cosecha, según Éxodo 23:16 y 34:22. De agraria pasó a ser una fiesta histórica, en la que conmemoraban la promulgacíón de la Ley sobre el Sinaí. Era día muy especial, de tal manera, que la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes que asistían a la festividad desde diferentes lugares. Los discípulos, temerosos, ya lo sabemos, se hallaban reunidos, sin saber qué hacer; es entonces que la Promesa del don del Espíritu llega a esa comunidad de creyentes y hace que proclamen la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la cuidad.
Hoy es un gran día, recordamos, celebramos y vivimos la experiencia personal del Espíritu Santo en nuestra vida.
Pentecostés es una de las grandes fiestas cristianas, en ella celebramos la Promesa cumplida, la presencia del Espíritu para infundirnos valor y fuerza, encontrar el lenguaje apropiado y anunciar el Reino de Dios en este tiempo para no permanecer en nuestras cosas con las puertas cerradas.

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